La necesidad de historizar en su fotografía es bastante evidente, y este interés puede apreciarse a partir de dos acercamientos fundamentales, el primero de ellos a la ciudad, vista desde el punto de vista arquitectónico, con su serie La ciudad de las columnas; y el segundo a sus transeúntes, con la serie Made in Cuba. Con la primera Lissette Solórzano explora con su lente los edificios coloniales y sus evidentes secretos, símbolos de un esplendor ya caducado. Dentro de su poética, el detalle alcanza una gran fuerza expresiva, porque no le interesa el edificio completo, situarlo en un marco espacial, reconocerlo; sino la belleza desconocida de sus columnas, arcos, balcones, aldabas, entre otros. En la segunda recurre a varios principios desde el punto de vista narratológico, quizás el más interesante sea el sentido irónico en clave humorística que poseen estas imágenes: una muchacha embarazada que extrañada devuelve al lente una mirada interrogadora desconfiando de su poder representativo, un pionero desdibujado simbolizando a otro miles, unos zapatos de mujer huérfanos expuestos sobre un banquillo, mientras que en el plano de fondo otros calzados avanzan.

Tres series más destacan dentro de su quehacer: Habitad, Paisajes urbanos y  Homeless. En la primera discursa desde la fotografía conceptual con aglomeraciones de objetos idénticos haciendo alusión, quizás, a la molesta perdida de la individualidad. La segunda aborda paisajes citadinos y la última, con imágenes tomadas en la ciudad de Nueva York, regresa al fotodocumentalismo, con la intención de contar una historia otra de esta ciudad símbolo, la de la pobreza.

La obra de esta fotógrafa nos convida a meditar, cada toma tiene una razón, una historia que también, en alguna medida, es la nuestra.