Un fotógrafo que no deja nada al azar: José Alberto Figueroa
Escrito por Yailuma VázquezJosé Alberto Figueroa (La Habana, 1946) es un fotógrafo y realizador de documentales cubano con una extensa trayectoria artística. Su carrera comenzó cuando con solo dieciocho años fue aceptado por Korda como ayudante en su estudio, cuatro años después –cuando este espacio cerró– ya el aprendiz tenía categoría de fotógrafo y fue admitido como tal en la revista Cuba Internacional.
Sus series fotográficas son tan numerosas que difícilmente cabría un espacio para mencionarlas todas. Existe, en una buena parte de ellas, un juego autorreferencial que potencia otras lecturas. Esta tendencia tiene dos grandes zonas de interés, una referida a su maestro Korda, con fotos como Vedado (1992) y Zippo (2000); y otra en la que la referencia a sí mismo, a su propio nombre es el eje del juego, como en Calle Figueroa (2001).
Antonio Eligioha señalado como el lente de Figueroa se distingue por tratar asuntos distintos a los discursos más tradicionales o en boga.[1] Así destacan tempranamente su instantánea Exilio (1966), en la que, desde un punto de vista autobiográfico, capta el adiós de su madre. Del mismo modo, en piezas como Avenida Carlos III (1988) y Rincón de los muertos (1991) puede apreciarse una particular manera de concebir al héroe, un trabajo que entre el homenaje y la humanización muestra las complejidades del pensamiento humano. En la primera los bustos de Martí blanquísimos parecen la punta de una flecha gigantesca que nos apunta, son tantos y están colocados tan ordenadamente que se van despersonalizando en una especie de marea blanca, de ceguera. Por otro lado, en la segunda, el apóstol –nunca tan bien llamado– convive con otras representaciones religiosas y hasta con fotografías de difuntos familiares.
El lente de Figueroa capta un sinnúmero de personajes, de gente común, un hombre en una solitaria calle; un anciano negro que orgulloso muestra un periódico cuyo titular remite a que un cubano, negro también, ha llegado a la luna; niños que juegan; una pareja que desde el exilio otea el horizonte buscando un trozo de tierra que le es propio. Sus imágenes permanecen para obligarnos a recordar lo que hemos sido, como constancia de una época pasada que todavía nos toca.
[1]Palabras del Catálogo. José A. Figueroa. Retrospectiva, Fototeca de Cuba, La Habana, septiembre, 1994.
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