Su labor como fotorreportero lo obligó a ir más allá. Para conseguir secuencias fotográficas creó adaptaciones en la cámara –a través de la instalación de un motor– y proyectó y realizó otros inventos para conseguir trabajar con la luz –natural y artificial– de un modo más eficiente. Al respecto destacan sus fotos tomadas en secuencia a un accidente ocurrido durante una carrera de autos de finales de los cincuenta en La Habana, y las imágenes de boxeo, en las que desde una óptica poco convencional trazó una nueva manera de aproximarse visualmente a este deporte. El fotógrafo evitó la foto tradicional de pose –que edulcorada mostraba al boxeador estático dentro del ring y antes de la pelea–, y tomó fotos durante la pelea logrando imágenes más reales de un poderoso impacto visual. Su compromiso con la noticia fue evidente cuando cubrió la pelea entre Ray Sugar Robinson y el cubano Kid Gavilán en el Estadio Municipal de Filadelfia (Estados Unidos), el 11 de marzo de 1949, y regresó cuanto antes al periódico Avance para que estas fueran publicadas un día después.

Dentro de su obra existen dos series de gran importancia por su contenido histórico. La entrada de Fidel en La Habana, en enero de 1959, y el sabotaje al vapor La Coubre, el 4 de marzo de 1960. Con la primera se sellaría un vínculo que le permitiría captar numerosas imágenes del máximo líder de la Revolución no solo de contenido político sino también mientras practicaba deportes, imágenes que resultan reveladoras también de la personalidad del líder en una dimensión humana; con la segunda demostraría su compromiso político, puesto que no abandonó su posición en el centro de la tragedia, aun cuando la onda expansiva de la segunda explosión lo alcanzó desprevenido y lo arrastró varios metros. Agraz caló profundamente en el fotodocumentalismo cubano, convirtiéndose en uno de sus indiscutibles maestros.