Este proceso lúdico e intertextual se carga de significaciones una vez que se reproducen miméticamente poses y gestos –y con ellos toda una tradición visual– de épocas pasadas, y se colocan en un contexto otro que no puede decodificarlo como antaño, sino desde otra perspectiva vinculada con la voluntad de deshacer posmoderna.

La deconstrucción del canon de la pintura occidental se convierte dentro de su obra en un desafío a todo lo establecido, puesto que toda autoridad es ahora cuestionable apunta uno de los teóricos del postmodernismo: «estamos descanonizando la cultura, desmitificado el saber, deconstruyendo los lenguajes del poder, del deseo, del engaño».[1]  Sin embargo, gracias a esta ironía es necesario el juego, la interacción, el diálogo, la alegoría y la autorreflexión.

Con sus elementos lúdicos y subversivos, estas imágenes precisan de la participación del receptor que para comprenderlas necesita también conocer la tradición a la cual remiten y la capacidad de subvertirlo que también entrañan. Lo mismo ocurre con sus series Tarjetas de visita y Postales de Hamilton, en la cual el diálogo se establece con el célebre fotógrafo David Hamilton. A partir de la apropiación y la subversión  juega con el desnudo desde connotaciones eróticas y al mismo tiempo ingenuas.

La obra de Abigail González resulta compleja y desacralizadora y nos invita a no conformarnos, a ir un poco más allá de lo inmediato, nos permite participar.