Los primeros años

En 1962 a Enrique de la Uz le fue concedida una beca de ingeniería mecánica en Moscú.Durante su estancia en esa ciudad  obtuvo una cámara y diversos materiales fotográficos.Tiempo después decide dejar la carrera de ingeniería. Regresa a La Habana y se pone en contacto con Raúl García, sonidista del ICAIC. Más tarde ingresó en la carrera de Arquitectura, este curso fue impartido por profesores como el artista de la plástica Raúl Martínez, Mario Coyula y el español Joaquín Rayos. Durante este curso, incorporó elementos básicos de diseño y de las artes plásticas e interiorizó que toda obra tiene su significado y que el autor debe conocer bien lo que expresa.

En el año 1970 la revista Cuba decidió dedicar un número especial a la zafra. La propuesta de Enrique sobre la zafra son retratos en los que el sujeto mira a la cámara, dialoga con el fotógrafo, sin necesidad de palabras, y prueba su plena conciencia de que está siendo retratado.

La década del 90:

En estos años decidió trabajar como freelancer. En estos años realizó varios viajes a provincias pues le llamaban la atención las particularidades de la vida y las costumbres de algunos pueblos en el interior del país.De esa experiencia emerge su serie: Punta Alegre, para la cualestuvo alrededor de quince días en un pueblo de Ciego de Ávila , en los preparativos de las parrandas. Allí, registró con su lente la sencillez de la gente, sus costumbres, y el desgaste de las construcciones.

También tuvo lugar su serieTendederas. Su objetivo principal era fotografiar lo que estuviese en las tendederas. Con esta serie fue merecedor del gran premio en el Salón de la Ciudad en el Centro de Artes Plásticas y Diseño, en 1992.

En 2003 realizó, en la Fototeca de Cuba, la exposición El ojo que ves… curada por Cristina Vives y con imágenes de su serie Miradas. Esta concentró un gran número de retratos tomados entre 1994 y 2003.Para ello volvió a sus archivos en busca de las imágenes que había realizado con anterioridad. No es de extrañar entonces que esta serie recoja algo muy común y pocas veces atendido por nuestra fotografía: el ambiente festivo, jocoso y alegre que caracteriza al cubano.

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