Conquistar el Pico Turquino constituye un reto no solo físico y espiritual sino también técnico, fotográficamente hablando. Lo más emocionante de la experiencia no se puede asociar al único hecho de llegar a la cima, pues la vista desde el punto más alto de Cuba es escasa, por la vegetación que lo circunda. Realmente el proceso de subida y los diferentes descubrimientos que se van haciendo a cada paso es lo que gratifica el esfuerzo.
De las dos vías que hay para ascender estos 1974 m.s.n.m. la más interesante es por la provincia de Granma. El recorrido, aunque largo, pues se requieren como mínimo cinco días para completarlo, ofrece un panorama totalmente deslumbrante. Te rodeas de vegetación, dejando atrás la civilizacióny el concreto. Pasas, sin darte cuenta, casi todas las horas con luz de caminata, pero sin renunciar a accionar el disparador de la cámara.
La mayor impresión de ascenso durante el camino, donde incluso tus pies tiemblan y tus manos se aferran a lo seguro, no es por la carretera de Bartolomé Masó al poblado de Santo Domingo, ni siquiera a la entrada del Parque Nacional Turquino, sino en el último tramo para llegar al Alto del Naranjo (950 m.s.n.m.).
Desde allí el paisaje es increíble, y si el día está despejado, puedes ver la presa de Paso Malo y toda la llanura del Cauto hasta el mar, con sus destellos. Luego de este punto, se continúa sin transporte, por lo que todo va a depender de los esfuerzos propios.
Durante el descenso se tiene la posibilidad de tomar aquellas imágenes que se nos escaparon en la subida, es nuestra segunda oportunidad; todo sigue allí al alcance de nuestro lente, solo con una iluminación diferente. Aunque, siempre queda la posibilidad de que la naturaleza nos sorprenda con colores que vuelan, o con una instantánea irrepetible.
